EVANGELIO
¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo?
Del Evangelio de san Lucas 6,43-49
Decía Jesús: No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano.
Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.
¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo?
COMENTARIO
Hay dos clases de árboles, dos formas de ser discípulo y dos maneras de “edificar la casa”. Los que escuchan las enseñanzas de Jesús tienen que elegir una de esas alternativas
San Lucas, en la lectura de hoy, invita a elegir el camino de la vida haciendo la voluntad de Dios y poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús. Si nosotros redujésemos nuestra vida cristiana a simples palabras: ¡Señor, Señor!, caeríamos en grave error. Tenemos que vivir bajo la luz y las exigencias de una fe operante.
Nuestra fe debe estar firme como la roca para que logre sus frutos y se convierta en luz y estímulo para los demás.
ORACIÓN
Es bueno darte gracias Señor de corazón, y cantarte con gozo cada día.
Es bueno proclamar por la mañana tu lealtad y por la noche decirte de verdad que me has querido.
Tus acciones Señor son mi alegría y mi esperanza; las obras de tus manos son júbilo y fiesta para mí.
Es bueno poner las raíces de la bondad en ti Señor, porque el hombre honrado y bueno, aún en su vejez seguirá dando fruto.
Que hoy resuene en mi corazón esta palabra tuya Señor:
"No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano”.
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